Dado a contemplar aquel cuadro paisajístico de los montes, veo serpentear sus límites, bordeando valles y collados. Surca el tierno arroyo entre las faldas de sus helechos derrumbando mi inocencia en aquellas veredas de imposibles estructuras. Pasan los merinos guiados por el pastor errante y en el ambiente queda su olor a pueblo, su olor de rutina incansable. Decidido a no entregarme tan fácilmente ante aquella belleza, me tumbo sobre las jumas secas del suelo aspirando su aroma a rocío y romero. Entones una nube surca el cielo dibujando mil sonrisas, una de ellas es la mía pues los montes la arrancaron con el batir de la brisa.
«Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro»
Groucho Marx