El teatro ha sido desde sus inicios un recurso utilizado para enseñar a los niños diversos elementos: el valor de la imaginación, perder la timidez para hablar en público, trabajar en equipo, la memoria, entre otros.
Por supuesto, el valor del teatro no está en poner a los niños de decorado, como los clásicos personajes de «pasto», «árbol» o «roca» sin diálogo. Eso solo desmoraliza a los niños, aún si la intención fuera incluir a todos.
Los guiones para que los niños representen deben tener textos y situaciones sencillas, preferentemente adaptadas a la realidad de cada grupo.
Si el maestro no tiene mucha imaginación, una opción es buscar ejemplos de obras para niños para tomar como base y luego adaptar la cantidad de personajes y diálogos a los niños.
Una elección fundamental es el tema de la obra, pues es la que podemos utilizar para enseñarles una moraleja a los niños, de acuerdo a la situación del grupo.
Obras sobre el bullying, compañerismo, autoestima, respeto a la familia, entre otros, pueden ser interesantes para que los niños terminen con una enseñanza, aún sin saberlo.
Es una buena estrategia que los niños participen en la elaboración del guion. Pueden elegir ambientación de las escenas, nombres de los personajes, ideas sorpresa, y más. Así estarán más estimulados al momento de actuar que si solo se les presenta un guion armado.
Entre otros consejos, es importante que los niños ensayen varias veces antes de representar la obra frente al público. Así, perderán el miedo y la obra será fluida. Para ello, es importante mantener los diálogos en el nivel de cada actor.
Ojalá la tradición de las obras escolares pierda totalmente la situación de generar nervios en los niños y alta presión por parte de maestros y padres, y se convierta en una verdadera oportunidad para que los niños se enamoren de este arte.