Como éstos debería sonar la lectura directa o indirecta, a voz en vivo o a ojo ligero, de este escrito. Pero no sonaba así en el momento en que Alicia se dispuso a consumir la atmósfera del auditorio con la Sonata para Piano en Do menor, Patética, de Beethoven. Se encontraba ésta en su último año de conservatorio, y no todo iba tan bien: los dedos empezaban a fallar al llegar a la tercera página del libro de Real Musical, en la que las notas se multiplicaban y los movimientos cada vez se hacían más irresistibles para tan endebles brazos. Si algo tenía intención la pianista de transmitir a su público, que, aunque escaso, era destacado, no era (duda alguna no hay) sus nervios, pero esto fue lo que consiguió.
Es verdad que cuando menos te lo esperas la vida te mete una estocada que no sabes cuando va a terminar de atravesarte el corazón, pero también es verdad que en muchas ocasiones la estocada se convierte en un golpe de inspiración.
El caso, fuera cual fuera, es que Alicia terminó de interpretar a su manera el tercer movimiento de la Patética, veinte minutos después, y se vio obligada, como todos los pianistas (servidor) a levantarse y saludar, agradeciendo los aplausos que la familia otorga al músico sin saber siquiera lo que significa esa espléndida obra que acaba de interpretar. En fin, los aplausos habían cesado y el silencio gobernaba sobre toda la sala de audición, que parecía más llena desde el escenario, a ojos del profesor que sostenía las páginas de la siguiente obra a interpretar.
Alicia se tranquilizó un poco más, pues ya el peor trago había pasado y sólo quedaba el postre, que sin duda alguna sería lo que la salvara de un abucheo por parte de los crueles compañeros que siempre tocan en una clase colectiva de conservatorio: los trompas, los clarinetes, cualquier instrumento que no se relacione con el piano, y que por ello pasa a ser de más calidad para el que lo toca. El suave arpegio del nocturno 19 en mi menor de Chopin comenzaba a brotar entonces del arpa de aquel piano de cola negro, y daba una sensación de misterio que ni el mismísimo Fréderic Chopin hubiera pensado en su más profundo sueño de componer aquel nocturno. Una refinada melodía en la mano izquierda hizo que las lágrimas del enamorado de Alicia, Marco, asomaran a sus ojos, que fueron inundados luego por una cascada de lloreras.
Todo iba bien, eso parecía. O al menos casi todo: la mirada que sostenía Alicia, elegante y serena, al vacío de la imaginación empezó a variar. Las teclas ya no parecían distintas unas de otras, las notas musicales se habían transformado en rayones de tinta negra corrida y la música retumbaba en el oído de la pianista de una manera tan impactante que no tuvo más remedio que cesar su interpretación: había caído directa al suelo en medio de un eterno silencio, había cesado, pues, la atmósfera de misterio para dar paso a una atmósfera de irritación, de ansiedad, de luces que iban y venían, pero sobre todo de gritos de angustia que resonaban desde las bocas de los familiares de Alicia.
La chica daba convulsiones, y los más pequeños de la sala recordarían esa imagen por una buena temporada, pues por la boca de Alicia comenzaba a sobresalir la espuma blanca. Sus ojos no contenían pupilas, pues éstas se encontraban mirando hacia atrás, y sus manos suaves apretaban ahora las manos de su profesor, que las sostenía con extraordinaria fuerza debido al sufrimiento que sentía. El pánico se apoderó de los habitantes del auditorio, hasta que pudo cesar levemente cuando la ambulancia hubo llegado a su destino. Esperaban las soluciones de las pruebas médicas.
Un médico con pintas de haber sido un empollón a lo largo de su eterna carrera apareció por el umbral de la puerta de la sala de espera para comunicar la situación a los familiares de la chica.
No hubo tiempo de hacer nada: el veneno había causado efecto…
Jorge, muy interesante el clima en el que hacés transcurrir tu relato. Los ambientes de teatros y orquestas, como por ejemplo los de los tribunales -en otro orden- tienen una magia especial para colocar historias en ellos. Pero, y ojo, dicho esto con todo respeto y buena onda, te faltaría pulir un poco las herramientas gramaticales. No me refiero a ortografía, sino a aspectos técnicos de la escritura para lograr que el relato te atrape. Espero no lo tomes a mal. Si me lo permitís, podría intentar una reescritura de tu relato.
Un saludo afectuoso
me gustaria ponerme en contacto con aquellas personas que sepan
todo lo referente a chopin sus antepasados y arbol genealogico,
por que no se por que extraña razón cuando escucho el nocturno 19 siento como si yo hubiera estado presente con el pianista por
favor esta es una nota seria espero la respueta de gente pensante, sin animo de ofender a nadie
hola! soy de Argentina,Santiago del Estero.muy interesante eso que cuentas,yo soy pianista y fanatico de chopin,he leido bastante sobre su vida
Hola, soy de tuxpan ver; para empesar he de decir que la musica clásica no es mi fuerte pero si tengo un escencial gusto por uno de los mayores exponentes el es F.Chopin al cual me refiero.
El «Nocturno nº. 19 en mi menor Op. posth nº 1, Andante» de Chopin: Nocturnes, es mi favorito por que el toque que le da es especial además que con este se siete una relajacion.
THANKS YOUR VERY MUCH FREDEC
Para mi Chopin es tan necesario como el agua para ña planta.
Lo uso como hilo musical de fondo para componer mis poemas.
Muchos dd ellos tratan de expresar su propia inspiración.
Ajusto la métrica y la cadencia a sus frases, porqu Chopin escribe poemas con su música.
Sin los nocturnos, mis poemas perderían algo muy valioso: la identificación entre la poesía y la musica.
Siento el espíritu de Chopin, su estilo romántico y doliente,
y lo vivo al componer mis poemas.
Vivir para sentir a chopin, y poder plasmar ese sentimiento en un poema, as algo muy precioso. Ya valió la pena el vivir para
sentir esas sensación tan sublime…
Un saludo cariñoso a quienes como yo lo sienten.
Desde España…
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Chopin es uno de los mejores compositores que han existido. Yo disfruto mucho escuchando sus nocturnos, pero también sus baladas y scherzos, y los valses y las mazurcas y las polonesas… En fin, uno de los maestros del romanticismo, que según las biografías que he leído tiene muchos puntos en común conmigo sin que yo lo supiera. Yo también soy pianista, como alguno que haya dejado rastro en sus comentarios, e interpretar una obra de Chopin es uno de los mayores placeres musicales que tengo el orgullo de sentir.
Gracias a todos por leer este blog. Espero que os guste.
Un saludo.
Jorge