3. Afán de cronista y semejanzas con el esquema narrativo del Quijote.
El narrador de esta novela tiene lo que podríamos llamar “afán de cronista”, es decir: su labor será la de dejar constancia en el papel de lo que ha leído en la autobiografía de don Gumersindo y lo que éste en persona, amigo y compañero de trabajo, le ha confiado. En el capítulo 2 refleja este afán (Hidalgo Bayal, 2009: 17): «Pero lo más interesante, con todo, fue la larga serie de preguntas a que lo sometieron los muchachos y el ingenio, la argumentación o la rotundidad de las respuestas del profesor. Algunas se irán recuperando en estas páginas».
En el capítulo siguiente muestra un rasgo más importante: la narración parece utilizar la técnica del manuscrito encontrado que inaugurara Cervantes en 1605. En dicho capítulo, el número 3, el narrador habla de una conversación mantenida con don Gumersindo en la que éste le dice que ha escrito unas memorias. Esas memorias serán el apoyo informativo empleado por el narrador a lo largo de toda la novela, como si fuera un manuscrito encontrado.
Sin embargo, no termina aquí la caracterización de la narración: en el siguiente capítulo habla de un tal Lucas Cálamo, a quien, al parecer, don Gumersindo entregó el manuscrito para «su mecanografía y corrección» (op. cit. 21). ¿A qué se parece esta intervención de un tercero en la elaboración del manuscrito? La respuesta es sencilla: al moro aljamiado de Cervantes, el traductor del manuscrito que Cide Hamete Benengeli escribió en árabe, donde cuenta la historia de la segunda y tercera salidas de don Quijote. Es similar en el sentido de que es una persona que se ha dedicado a transcribir las memorias de don Gumersindo. El lector del manuscrito es Gonzalo Hidalgo Bayal, y así completamos un esquema narrativo más sencillo que el del Quijote pero parecido en el juego de cajas chinas. Pero a lo largo de la narración no vuelve a hablar de la intervención de Lucas Cálamo, quizás porque no es tan interesante jugar con los narradores como entrar de lleno en el asunto a tratar.
Por último, cabe añadir un aspecto muy ingenioso: el autor está escribiendo una tesis. Así, la historia se articula como una historia más, con sus digresiones, sus saltos en el tiempo y sus núcleos narrativos que sostienen la trama, pero además de eso, cuando habla de un asunto que se trata en otro lugar, antes o después del momento en que habla, el narrador utiliza el símbolo que se emplea en los manuales para dirigir al lector o estudiante a otro capítulo del libro. El símbolo es el siguiente: §121, por ejemplo, para referirse al capítulo 121. Así tenemos un rasgo más del narrador.
Recapitulemos: el narrador cuenta la historia en tercera persona e interviene a veces en primera como autor implícito; tiene lo que hemos llamado “afán de cronista”, ligado al empleo de ese recurso de manual docente; y es el lector de un manuscrito redactado manualmente por don Gumersindo y mecanografiado por Lucas Cálamo. Así se configura un narrador a medias tradicional y a medias novedoso: un buen hallazgo del autor de esta novela.