En esta ocasión vengo a hablaros de un autor muy poco conocido, por lo que pocos de los que nos visitáis habréis escuchado hablar de él con anterioridad: Edwin Abbott Abott. Este autor, que nació el 20 de diciembre de 1838 en Londres, Inglaterra, no es, como la mayoría de autores de los que he hablando anteriormente, un escritor prolífico, ni muy seguido, ni está considerado uno de los mejores. Edwin Abbott Abbott fue el hijo mayor de una familia un tanto extraña, ya que su padre, Edwin Abbot, era primo de su madre, Edwin Abbot, lo que da lugar a la repetición de su apellido. Su padre fue hombre importante, ya que llegó a ser director de la escuela de filología de Marylebone. La educación de Edwin Abbott Abbott tuvo lugar, en parte, en la prestigiosa universidad de Cambridge, lugar donde consiguió ganarse los honores en obras clásicas, matemáticas y teología. Más tarde, en 1862 concretamente, tomó los hábitos religiosos. En 1899 se retiró para dedicarse al estudio de la literatura.
Edwin Abbott Abbott escribió, además de Planilandia, obras como Gramática Shakespeare, Philochristus, Onesimus o Sitanus. No se puede hablar de un estilo particular y concreto de este autor, ya que al escribir tan poco y al disponer de tan poca información sobre él es bastante difícil poder hacerse una idea de todas sus intenciones literarias.
En esta obra, Planilandia, una novela de muchas dimensiones, se nos cuentan las aventuras y desventuras de un cuadrado en Planilandia, un lugar en el que todo es “plano”. Aunque no lo parezca, cada capítulo tiene una enorme carga social y religiosa, por lo que el que se anime a leerla debe saber que hacerlo con lupa y detenidamente es la mejor opción, puesto que las reflexiones plasmadas en Planilandia, una novela de muchas dimensiones, son dignas de ello.
En definitiva, Planilandia, una novela de muchas dimensiones, puede ser una lectura amena y divertida, siempre y cuando no intentemos sacarle más partido, o una novela rebuscada, filosófica y muy pensada.