Jorge Aulicino – Mandarino
En este libro, el autor aborda uno de los temas más esquivos para la poesía. Se trata de un largo poema que fue escrito en 50 diferentes partes, en donde se muestra un presente que se va construyendo borrando las huellas de un pasado. Una panorámica sobre el espectáculo de lo real y su problemática representación.
Los poemas se deslizan por una serie de paisajes mentales, absortos entre el caos y el vacío posindustrial. Este autor se caracteriza por tener la capacidad de circular entre lo cósmico y el humano. Borrando la historia, el sentido de las diferentes luchas.
En la poética de Aulicino la historia no nos ayuda a poder entender el presente. Y el presente no es otra cosa que un caos que no redime a nada.
El autor intenta renombrar los pasajes, las continuidades de sentido entre el ayer y nuestro presente. Para ello apuesta a una estructura abierta, quizás lo más revelador del libro sea aquello que oculta, la conciencia que conduce su deriva. Una deriva que termina en el eterno retorno de una Apocalipsis un poco farsesco:
“Atila, en su Porsche, recorre la ciudad que insiste en aniquilarse.
Ha salido indemne de los quejidos del vencido y del remordimiento.
El estado de eterna destrucción es su certeza. No hay fin.
Nunca morirá del todo los otros, no él, ni sus cortejos.
Ha leído los signos en el mismo fondo de tormenta
Siglo tras siglo y masacre tras masacre.”
Este autor en los setenta formó parte del grupo que cuestionó la corriente coloquialista de la década anterior. Integró el consejo de dirección del Diario de Poesía. Tradujo poemas de autores italianos, ingleses y norteamericanos.
Sus obras Poeta antiguo, La caída de los cuerpos, Las Vegas y Hostias.