Una lágrima fue arrojada sobre la encimera, sobre el zaguán, sobre la cómoda, sobre la cama, sobre el espejo, sobre la vida sesgada en un instane efímero. Recordó entonces su voz, lejana ahora, y la forma tan especial que tenía en hacer las cosas. Quiso seguir recordándola pero le resultaba imposible contener en la memoria tanta belleza, entonces se lanzó al vacio. Mientras caía y el suelo estaba cada vez más cerca, sentía una enorme felicidad, ya que en pocos segundos no tendría que recordarla más, pues estaría junto a ella.
«Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto. A si es que la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti»
(1572-1631) John Donne Poeta, prosista y clérigo inglés