Son muchas incognitas imposibles de resolver. Un escalofrío me envolvió al aguardarse la idea de que la respuesta podría estar dentro de mi pasado olvidado.
Cuando llegó el Doctor Noriega atendío a Isabel Cristina, le aplicó un calmante que la dominó por el sueño, después de cambiar sus sábanas la rescostamos sobre las ropas limpias. El miedo palidecío al doctor, no pudo ocultar su pánico al encontrarse con tal situación, caminamos escaleras abajo, mientras me daba los pormenores de salud de Isabel Cristina.
—Esto es demasiado, debes abrir las puertas a tu pasado, Marco. Tu tio Camilo siempre lo decía, que cuando tú volvieras a ser normal, el mundo cambiaría. Ahora veo que sus palabras iban más allá de una filosofía. Escarba en tu interior. Salvanos a todos.
Las palabras del Doctor Noriega me aturdian, pues por mas intento, siempre fracasaba el tratar de hilar mi propia historia. Salimos de la casa deteniendonos a platicar en el corredor de la salida, la tarde oscurecia y el viento comenzaba a refrescar.
—No eches en saco roto mi sugerencia. Medita y recuerda, recuerda todo lo que puedas—dijo el doctor.
—Lo haré. Estoy decidido a no ser presa de esas brujas. He resuelto darles batalla. Si en el pasado mi tío combatió contra su infernal imperio, yo jamás perdonaré que por sus aberraciones hayan muerto mis padres.
—Me alegra escucharte—posó una de sus manos en mi hombro.
—Mañana lo esperamos para que examine el avance de salud de Isabel Cristina.
Autor: Martín Guevara Treviño
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