Cuando pensamos que todo había acabado un inmenso olor a azufre nos inundó, el suelo se partío y una especíe de agua caliente comenzço a correr como un venero hacía una profundidad parecida a un tunel sobre la tierra, el olor a azufre nos ahuyentó, al parecer todo había terminado, habiamos cumplido con el cometido de no dejar con vida a ningun ser malefico.
Tú eres un ser especial, aún recuerdo las palabras de tu madre cuando sentados en el jardín disfrutaba de sus juegos diciendonos que esos pequeños juguetones, llegarían a ser muy importantes para nuestra ciudad. Siempre soñó con darles lo mejor para que fueran alguién en ésta vida, personas importantes que sirvieran, inculcando siempre esa bondad de servir a los demás. Por eso querido sobrino exhorto a que nuca separes de tu mente las sabias palabras de tu madre. Sirve.
En aquella ardua batalla de la cual egresamos agotados, tú habías quedado inconciente, caminabas como un zombi, después te diagnosticarón desequilibrio emocional, y pasaste a nuestras atenciones, siempre con la esperanza de que volvieras a ser el mismo de antes. Ahora que mi final está cerca, he decidido dejarte este escrito junto a algunos recuerdos de tus padres. También para dejarte todas mis pertenencias y la tienda de vinos, que sé muy bien sabras sacarla adelante. Cuida de tu hermana Carolina, la hermosa pequeña. Me voy con el espiritú tranquilo porque pude defender la vida de la especie humana, pude estar en una lucha que jamás habría imaginado. Vive felíz querido sobrino.
Te ama tu Tío Camilo.
Autor: Martín Guevara Treviño
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