Ignoraba el momento de su llegada
Desconocía el cuerpo que la traería
No imaginaba ni siquiera su semblante
Ignoraba el cómo y el cuándo del encuentro
Pero intuía su placentera certidumbre.
No sabía si en sus manos traería
Mariposas, acuarelas o verdades
Ella no sabía tampoco de mis manos,
Si vendrían dibujando algún paisaje
Danzando bajo el fuego de los sueños
o silbando las mismas cantinelas.
Fue la noche quien marcó nuestro pasaje
Con misteriosas campanadas de silencio
Anunciando que ese era el camino
Y que en el suave instante del encuentro
Su cuerpo se vería con mis manos
Y mi sueño rozaría su semblante
para girar sobre la noches desnudas
y esbozar sus metáforas de fuego.
Supimos desde ahí ganarle al tiempo
Bailar sobre el péndulo cansado
De un reloj que empezamos a olvidar
Por que en un cerrar y abrir de almas
el almanaque perdió todas sus hojas
y caminamos dos otoño amarillos
sin que las flores pierdan su alegría.
Entonces ahora que conozco su semblante
Y ella sabe los secretos de mis manos
Llenaremos las copas con buen vino,
Nos miraremos como la primera vez lo hicimos,
Beberé de sus labios excitados