(Después de aquello fui a la cantina donde me emborraché durante todo el día.)
Un relámpago iluminó el cielo con nostalgias, el sonido vino después, la tormenta no tardaría en llegar. Ya había oscurecido y el General seguía sin tener hambre. Pufy se había acurrucado entre la silla del General y la hoguera. El General lo miró con cariño, aquel perro había sido durante años su único compañero, una compañía silenciosa y fiel. Incluso le encantaba que se cagara en la alfombra pues aquel acto sacaba al General de sus casillas y sentía correr por su cuerpo el fuego en la sangre, el fervor de la batalla. Volvió a tronar y el General prosiguió con sus escritos antes de que empezara la lluvia.
He sentido la muerte de cerca muchas veces y la verdad es que al final acabas acostumbrándote. La muerte es algo que hierre el orgullo del hombre al verse truncados sus ideales de eternidad. Pero allí es donde está el engaño pues la muerte es lo que nos hace inmortales no la vida. A lo largo de los años he visto como muchos hombres y mujeres han perdido el juicio intentando alcanzar la eternidad. Pero han estado cegados en su menester, ya que la eternidad es algo inalcanzable en vida. La eternidad es algo que solo se consigue con los actos de una vida entera, actos que sólo serán recordados tras la muerte.
Ahora vienen a mi memoria aquella historia de amor que prometí que contaría. Es la historia de Mari Luz y Ginés González. Ambos se conocieron en Austria y se enamoraron perdidamente. Es lo que suele suceder en el amor, llega un momento en el que se pierde el sentido de la realidad y todo se ve como en una dimensión paralela y basta que uno de los dos se dé cuenta de que todo es un error para que aquel romance adquiera tintes dramáticos. La situación que llevo a tal trágico desenlace fue el hecho de enamorarse en mitad de una guerra. Los amores en tiempos de guerra son algo utópico y efímero. En la guerra se mezclan sentimientos y uno cree estar viviendo en un mundo irreal. Ellos se conocieron al principio de la campaña y fue un romance al puro estilo Hemingway. El era soldado y ella enfermera.
Al principio todo era perfecto entre ambos, largos paseos al atardecer y miradas cómplices. En estas circunstancias las relaciones de cama se hacen más intensas pues encuentras en aquellos momentos una especie de liberación ante la masacre que se está llevando a cabo a las afueras de la cama. Se amaban intensamente todas las noches, incluso durante el día era una constante amatoria en lo más recóndito del pensamiento. Pero un día los dos se dieron cuenta del error que habían cometido enamorándose en aquel lugar. Ginés, que hasta el momento se había convertido en mi fiel confidente, jamás me desveló el plan que ambos habían llevado a cabo.
Continuara, continuará….
Antonio Pérez Abril.