Hoy es 20 de febrero, vigésimo día del segundo mes del año, lo que, si lo juntamos en números, da un capicúa. No sé si recordarán la alarma que montaron en el año 2002 y en un día igual que el de hoy: era un fenómeno extraño, todos los números en capicúa, el día, el mes, y para colmo, la hora. A las 20.02, en plena tarde, los programas de televisión interrumpieron su curso natural para estar pendientes al minuto clave, lo tenían hasta señalado en una pestaña permanente, e incluso apagaron las luces y las encendieron reiteradamente durante un período de tiempo considerable, como para darle emoción al momento. No sé qué estarían pensando los productores o, quién sabe, los presentadores que obligados por guión tenían que participar de tamaña vivencia “curiosa”.
Hay quien se atrevió a decir que se iba a acabar el mundo. El fin del mundo ya está al caer, y lo mismo nos da, y es un placer (Javier Krahe). Este tipo de comentarios aparecen siempre cada vez que se da una situación parecida: la llegada del nuevo milenio, la era de la informática, el internet, las profecías de Nostradamus y de no sé qué otro profeta, las del que decía que cuando gobernara una persona de color los Estados Unidos se terminaría nuestra existencia, la que decía que un Papa nunca podría ser un hombre de color porque sucedería lo mismo, la opinión de los que dicen que el proyecto ese que tanto dinero ha costado y en el que tan ciegamente han invertido, ese proyecto para averiguar el origen de la humanidad (Darwin, simplemente… para qué tanto cientifismo), el LHC iba a ser el que llevara nuestro mundo a la ruina, agujeros negros, etcétera, ese dato que se está comentando últimamente de que en el 2012 se acabará nuestra existencia porque lo afirma un calendario Azteca o Maya, no sé exactamente, todo eso, bajo mi punto de vista, no son más que supersticiones, que, en cambio, mucha gente sigue porque siempre cabe la duda del qué sucederá, qué será de nosotros (quid mihi futurum est, decía Séneca). En fin, creo que son supersticiones que llegan hasta extremos demasiado lejanos, no hablamos de temer a los gatos, ni de negarse a pasar por debajo de una escalera, ni de aterrarse ante un espejo, no vaya a ser que se rompa y nos traiga siete años de mala suerte. Son supersticiones demasiado extremas.
Un número capicúa es aquel que emprende un viaje y luego vuelve de nuevo al principio, un sonido que va y viene, un libro que se abre y se cierra. Un número capicúa es como la vida misma: emprendemos una travesía de años imprevisibles para después regresar al mismo sitio de donde procedíamos, a la negrura, a la espesa niebla que, cada vez más, envuelve los ojos del hombre.
Pero si ese viaje nos lo interrumpe la llegada inoportuna (porque inesperada, para los supersticiosos, no es) del fin del mundo, no sé qué será de nuestro destino. ¿Viajaremos errantes por el espacio después de esos agujeros negros que nos convertirán en una masa sin vida? No tengo ninguna paciencia por saberlo, no siento curiosidad por ello: del mismo modo que el día de hoy llegó, se irá, capicúa, hasta el próximo año, y no por ello es el fin del mundo. El fin del mundo llegará si continuamos llamándolo de tantas formas, acabará acudiendo a la cita. Hasta entonces, prefiero aprovechar al máximo el tiempo, no sé qué pensarán los demás, y dejar al lado tantas supersticiones, como muchos otros…
Estoy deacuerdo contigo Jorge.
A mi parecer, pienso que el fín del mundo es algo que presenciamos todos los días, ya sea contaminando la atmósfera, matando mujeres, niños y hombres, persiguiendo fantasmas en la política, machacando bosques y animales. El ser humano tiene tendencias autodestructivas y algunos, conscientes o inconscientes, intentan ocultarlo tras el título de «Profecía». En vez de hacer eso hay que disfrutar la vida y ver el mundo desde una perspectiva realista, es decir, ver que tenemos problemas que necesitan solución y comenzar a actuar, las palabras no son nada sin hechos. Lo que me consuela es ver que no todos estamos ciegos, existen muchas personas que todavía conservan la cordura y se dan cuenta de lo que pasa.
Muchas gracias por el artículo compañero un fuerte abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, compañero. El mundo está en continua decadencia y hay mucha gente que parece disfrutar «predicando» sobre su fin. No está demasiado lejos en realidad, como sigamos así con eso que has dicho, asesinatos, discriminaciones, contaminación…
Muchísimas gracias por leer este post. Un gran abrazo, amigo.
Hola Jorge, en efecto, los Mayas dividian los ciclos en soles, en la era actual estamos por finalizar el quinto sol, pero jamas marcan el fin como últimatum.
Es una evolución, que puede haber destrucción de los malo como un tipo de purificación para renacer.
Hola, Martin. Perdona, es que no sabía exactamente si eran los Mayas o los Aztecas, sólo sé que en algún informativo he escuchado, de pasada porque yo la televisión apenas la veo, que preveían el fin del mundo para el 2012. Con la que están dando por aquí con la Pepa, y se va a acabar el mundo en el bicentenario. No, supersticiones varias.
Gracias por la información. Siempre me ha interesado la cultura de esas civilizaciones. No descarto nunca la posibilidad de hacer algún estudio sobre ellos.
Un saludo