Un silencio anuncia el principio de un instante. Los pájaros desaparecen del cielo, el cielo desaparece entre las nubes, las nubes aparecen, lanzan sin mesura lagrimones de agua dulce sobre los campos del invierno, sobre la tierra. Poco a poco se van inundando los viñedos resurjiendo el juvenil brillo de los maderos escondidos entre el barro. Las jumas se remueven inquietas en los pinos al contacto vigen del agua. Con los huesos empapados camino entre las sendas sintiendo las caricias, los arrañazos, los besos de manzanos pelados, de higueras mortecinas. Mis pies, calzados de barro, se incrustan en el suelo sintiendo palpitar las raices de los oliveros y las nostalgias de una tierra sedienta que bebe sin parar la vida caida del cielo. No hay movimiento alguno, sólo la lluvia sobre los viñedos.