Solo veo como la silueta en pie se acerca a la que esta en el suelo y la invita a levantarse con ademanes. Cuando están las dos en pie pude ver algo que me congelo por completo. Se trata de un hombre corpulento con cabeza de cabra, parado frente a frente con la mujer. La situación se me sale de los límites, no puedo controlar el temblor de mis extremidades. ¡Tiemblo sin control!
El macho cabrío coloca una mano sobre la frente de la mujer, que al estar dándome la espalda es lo que puedo imaginar. Veo con claridad que al contacto se ha desprendido un ligero humo negro, como si el contacto del cabrío a ella le produjera un incendio. Advierto como la mujer se arrodilla ante él y su cabeza vuelve la vista hacia mí, sin siquiera mover el cuerpo queda su rostro frente a mí. Con una visible quemadura en la frente y los ojos en blanco total: ¡Es mi hermana Carolina!
Despierto sobresaltado, la respiración al máximo. Cuando puedo controlar mi ánimo y establecer el temblor de mis piernas, me pongo en pie y abro la ventana. El viento fresco que anuncia la lluvia próxima, me alivia un poco. Me llevo la mano al pecho y me doy cuenta que aún tengo en mi poder la tarjeta de presentación del sacerdote. La leo: Presbítero Bartolomé Segovia. No contenía más datos que su nombre. Una idea surca mi mente al mismo tiempo que el cielo se estremece con un fuerte trueno, que advertía las próximas aguas.
Autor: Martín Guevara Treviño
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