Una mano en mi hombro hace que abra los ojos y vuelva la vista. Un sacerdote en pie, se encuentra justo detrás de mí. Al incorporarme me sonrío y con un ademán me invita a sentarme en una de las bancas, al igual que lo hizo él.
—Me alegra volverte a encontrar, Marco.
Escucho sus palabras sin poder relacionar su fondo, mi cerebro no logra distinguir aquel sacerdote en algún acontecimiento guardado en mi memoria.
—No comprendo. —respondí tratando de encontrar respuestas—. Yo a usted no le conozco, disculpe, pero no le recuerdo.
—Se que ha sido muy difícil para ti después de todo lo que sucedió. Pero ahora he regresado a esta ciudad después de tantos años. Y he vuelto para cumplir la misma misión. —sus palabras producían un miedo que no logré comprender—. El párroco José Barrientos me urgió venir hasta aquí, debido a algunas sospechas que rondan su cabeza.
—¿Sospechas? No logro entenderle.
—El párroco Barrientos, tenía temores de que algo maligno se formaba en la ciudad, algunos avisos perversos, sueños, pesadillas. Hasta que se confirmo el día de ayer… han vuelto las brujas.
Mis recuerdos dieron un vuelco, imágenes cruzaron como un rayo ante mi memoria, sangre escurriendo combinada con la oscuridad de la noche, mujeres colgadas de los árboles, casas incendiadas, aullidos y gritos aterradores. Todo esto en fracción de segundos me hacía recordar la muerte de muchas mujeres, pero no podía enlazar un buen motivo de aquel terrible suceso.
Autor: Martín Guevara Treviño
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