Incluso después de muerto sigue estando caliente. Lo había perseguido por todo el valle, subiendo colinas, bajando ribazos, surcando senderos y arroyos. Finalmente el tordo había caído al suelo presa del tirachinas. ME acerqué hacía él y estaba muerto. Lo tomé entre mis brazos y pude sentir como todavía la sangre estaba caliente. Aquella tarde me sentí un hombre al batir a aquel indefenso pájaro, pero más tarde, mi cabecita de angelito, se daría cuenta del gran error que cometí al privar a la naturaleza de su belleza, del canto de ese tordo. Después vinieron otros como yo, y otros toldos, y todos se arrepintieron de ello, todos aprendieron que no somos nadie para juzgar cuando alguien tiene que vivir o morir, de eso se encarga la propia vida.
«Cada instante de la vida es un paso hacia la muerte.»
Pierre Corneille