Es el primer libro que he leído de Miguel Delibes, y ha significado la apertura de una puerta que, como ya pacientemente esperaba desde un principio, dará a un largo corredor de obras del mismo autor. He quedado plenamente satisfecho con esta lectura y la repetiría una y otra vez sin cansarme.
El Camino es una narración breve, de doscientas intensas y bellísimas páginas, que cuenta todo el recuerdo que tiene un niño de once años llamado Daniel y apodado por los demás El Mochuelo, mientras pasa una noche completa sin poder dormir a causa de una decisión muy importante que ha tomado su padre. Éste, su padre, es el quesero del pueblo y quiere que su hijo progrese, que estudie, y para ello lo quiere mandar a un colegio para cursar el bachillerato de los siete años. Pero Daniel no quiere irse de su pueblo, pues ahí está lo que más quiere, su gente, sus alrededores, sus días de infancia, sus juegos, sus traviesos placeres. Toda la historia transcurrirá durante esa noche, en la que el niño recuerda los momentos más llamativos de su vida en ese pueblo.
Un detalle que me ha parecido bastante importante es el modo en que Miguel Delibes caracteriza la prosa de esta novela de manera que parezca que realmente estamos en un pueblucho. Consigue esto con grandes explicaciones de costumbres caseras y con la caracterización de cada personaje, ya sea protagonista, ya sea secundario, ya sea de otra gama, por medio de los apodos. El apodo del Mochuelo, por ejemplo, se debe a que el niño mira fijamente a la gente cuando habla. Pero además de este apodo también están los de sus dos amigos, Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso, que también tienen su ingenio. Los demás también tienen sus correspondientes apodos: el Manco, el Herrero, el Cura, la Guindilla, las Lepóridas o las Cacas, etcétera. Hay, no obstante, uno que me ha impresionado sobremanera, y es uno de los momentos en que más me he reído leyendo esta novela: el Peón, un maestro que habla con la boca torcida, y dice en la explicación de este apodo que lo llaman así porque anda de frente y come de lado, como la pieza del ajedrez, lo cual me ha resultado bastante ingenioso. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza ese tipo de apodo, pero así es la gente de los pueblos, se conocen por apodos rebuscados, algunos muy bien conseguidos.
Finalmente, decir que el modo de narrar de Miguel Delibes, así como el vocabulario empleado a lo largo de toda la novela, me ha cautivado. Quizá ese vocabulario con palabras a veces bellas y a veces propias del lenguaje de pueblo, haya sido lo que ha implicado una lectura tan rápida de esta historia –he tardado dos días, uno de ellos con una mera lectura de una hora–. Así que creo que no podría encontrarle ningún error a toda la novela en todos sus sentidos. Ha sido una verdadera delicia que me ha dejado un abundante sabor fresado en la boca, de modo que la recomiendo a todos los presentes.
Ya se ha hablado, por otra parte, de esta novela en este blog, pero no podía dejar de expresar mi opinión. Quizás así, con más de una opinión sobre el libro, se animen a leerlo. Vayan, si quieren, al otro artículo sobre este libro. Fue el que me decidió definitivamente a leerlo.
Como ya comente en su día, me parece una obra genial y que merece la pena ser nombrada, leida y recordada por todos.
Una gran recomendación camarada.
Un abrazo.
Gracias, compañero. Sabía que firmarías en este artículo, sé que te gustó este libro. Es uno de los que más me han llenado. Ya hablaré en otro artículo de otro libro que he leido hace poco, también de Delibes.
Un abrazo.
muy bien descrita. Ahora estoy con otro libro de miguel delibes, 5 horas con Mario, que la verdad me está sorprendiendo mucho, es buenísimo.
Muchas gracias por tu comentario, José María. Yo tengo ‘Cinco horas con Mario’ entre ceja y ceja, y seguramente estas navidades lo lea, se supone que es uno de los grandes de Delibes. Te recomiendo también ‘Los Santos Inocentes’.
Un saludo