Desencadena mi rabia el simple hecho de no encontrar, cuando más lo busco, el placer dentro del arte. Me planto ante un cuadro cubista y digo, no, no eres arte, pero enseguida reflexiono y pienso que sí lo es, aunque yo no lo vea. ¿Por qué, si no, Pablo llegó tan lejos? Pero si me pongo a pensar… y me enfrento, cara a cara, con una pintura abstracta, no puedo, por más que quiera, por más que lo intente y por más que mi voluntad sea la más buena, la que me intenta guiar a la admisión de esa belleza, admitir que me gusta lo que veo. Quizá algún día, cuando menos lo espere, cuando, precisamente, no esté buscando ese placer al contemplar un lienzo manchado, una luz se encienda en mi interior y llegue, entonces, a comprender lo que ahora estoy escribiendo, lo que ahora estoy pensando, lo que pasa en estos momentos, débiles y profundos, por mi mente.
“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma”.
Marcel Prévost (1862–1941; escritor y dramaturgo francés)
Una verdad grande como una catedral. Gran frase, tomo nota. Nos vemos en los bares.
Muchas gracias por tu comentario, no sabes cuánto alegra saber de gente que gusta de leer grandes frases, y sobre todo esa ingeniosa frase que tanto usáis: «Nos vemos en los bares». Y con respecto a la frase de este artículo, pues… claro que sí, una grandiosa frase. A mí hay libros que me han cambiado la vida, y seguirán haciéndolo a medida que pase el tiempo.
Un saludo