Mis pies descalzos acarician la áspera arena de una playa artificial. Poco a poco me sumerjo en el agua hasta que esta alcanza mis rodillas. Frente a mi se abre paso un remanso de aguas entristecidas golpeadas por un atardecer de agosto. Con toques suaves, sus olas acarician nostálgicas la arena, entonando una melodía cadente y melosa. El sol dibuja sobre sus lomos una estela cristalina. El mundo bordea sus horizontes de mar encapsulado entre la tierra mientras pequeños veleros surcan sus aguas ingrávidos, mejidos por el viento de antaño. Viejos patinetes descansan sobre la arena esperando a que amanezca, para ser fieles corceles de bañistas domingueros que con sus vidas y basuras alborotan la paz de esta laguna salada. Yo sigo con el agua en las rodillas, viendo este atardecer de agosto, con la tristeza del mar menor golpeando la arena. Con la melancolía de sus aguas, con la paz que aquí se respira.
Foto: Mar menor.