—No tengo ninguna duda de que los asesinatos se encuentren ligados.
El automóvil ha avanzado hasta detenerse frente a la cabaña clausurada, logran ver antes de descender el perímetro cercado por la cinta amarilla de policía, en el lugar del cementerio clandestino.
—Creo que encontraremos una historia interesante en éste lugar —dice el camarógrafo mientras descienden.
Lo primero que encuentran es un automóvil oscuro estacionado cerca de la cabaña, observan a la mujer que los miraba fijamente dese un costado fuera de la cabaña. Se trataba de Anabel Guzmán, ambos caminan hacia ella, el camarógrafo prepara su equipo de grabación.
—Hola, señora Anabel. —la reportera le muestra el reloj encontrada en casa de Renata Doria—. ¿Sabe usted a quién pertenece esto?
—Era de mi marido —recibe el reloj en sus manos. —¿Porqué lo tienen ustedes?
—En verdad no importa ahora —interrumpe el camarógrafo. —Nos interesa saber lo que usted hace aquí.
—Lo mismo que ustedes. A diferencia de que ya he descubierto quien es el asesino.
Los ojos de la reportera la miran con extrañeza, avanza hasta la puerta de la cabaña y da un zapatazo de inconformidad al ver los sellos de clausurado. Decide asomarse por la ventana observando las fotografías tapizando las paredes, los altares con ofrendas de rosas blancas, velas apagadas. Avanza hasta quedar frente a Anabel y su rostro lleno de confusión la deja boquiabierta.
—Usted no ha dado con un asesino, sino que se refiere a una asesina —dice la reportera.
—Así es, una asesina. Al parecer la egolatría la ha desquiciado —sentencia Anabel.
27.
El automóvil rojo de la modelo circula por las avenidas de la ciudad, Kenny lleva la mirada clavada sobre el asfalto. En su cerebro revive los recuerdos de aquella tarde en el jardín de la casa de su madre, Renata Doria. Las dos se encontraban ahí, Kenny llevaba puesto un impermeable color amarillo, en sus manos unas tijeras para podar. Renata con un azadón corta la maleza que crecía en el jardín; Renata observa el ocaso del atardecer.
—Ya no tardará en oscurecer. Mañana sigo yo sola con esto.
Kenny detiene su acto de podar rosales, de entre sus ropas extrae un botón de rosa en color blanco, lo huele dejando caer las tijeras al césped.
—Sigo sin entender porque no plantas rosas blancas. Son las más hermosas de entre toda su especie. Como yo, que seré la más bella siempre.
—No comiences de nuevo hija —la madre contemplándola. —¿Por qué lo hiciste? Vivo aquí aislada tratando de no tener amistades, con el fin de no cometer imprudencias y delatarte en algún descuido. ¿Aún no comprendo que hizo ella para que la odiaras tanto?
—Era ella más bella que yo. Ahora soy la mejor, YO la más bella. YO Poseo los mejores dones de este mundo. Mira mamá, esta flor es como mi alma, bella, pura y hermosa hasta en su aroma. Mira que tu hija es la mejor…
Los ojos de Renata se llenan de indignación y de un golpe arrebata la flor de las manos de Kenny. Suelta el azadón y arrojando la flor al suelo la pisotea con odio.
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