Balbuena recorre con la mirada todo el lugar, encontrándose con diversos altares en las paredes, algunas áreas tapizadas con fotografías y poster de ese rostro encantador y reconocido por Balbuena. Algunas veladoras encendidas, vasos de cristal transparente llenos de agua, y rosas blancas por doquier. Rosas blancas ofrecidas en ofrenda a aquella imagen que estaba en todos lados de la habitación, la imagen de la modelo Kenny Doria. Esas distintas poses, sonrisas y elegancia. Josué Balbuena avanza lento dentro del lugar pisando los pétalos de rosa en blanco, como una alfombra de olor a muerte. El límite de su asombro llega al ver en un rincón, un altar donde tres frascos cristalinos guardaban un corazón cada uno nadando en alcohol. Una vela encendida ante ellos y rosas blancas como ofrenda en un florero alimentadas con sangre sustituyendo el agua.
Todos salen de la cabaña con el rostro lleno de rabia. El Agente Osorio se acerca a ellos recuperándose del vomito, un tanto apenado hacia el Comandante.
—¿Qué ocurre ahí adentro? —lanza Osorio.
—Averígüelo usted mismo. —espeta Balbuena.
El Agente Osorio entra a la cabaña con la finalidad de enterarse, después de unos instantes sale con su mano en el estomago y otra cubriendo su boca. Vomita a orilla de la cabaña.
—Sólo lo pudo hacer un loco. —menciona un policía. —Trata a esa mujer como si fuera una santa.
—Más diría yo. —replica Josué—. La trata como a una diosa. ¡Clausuren la cabaña! Reporten el cadáver del compañero, los otros cuerpos envíenlos al forense. Dense a la tarea de identificarlos.
—Llamaré de inmediato a la unidad especializada.
De pie sobre las hojas secas, observa alrededor del panorama, mientras los demás policías continúan en sus labores.
24.
El bosque azotado ligeramente por el viento tranquilizador solamente podía saber lo que ocurría en sus entrañas. A pocos kilómetros del cementerio clandestino se encontraba la casa de Renata Doria. Sobre el camino de tierra que da acceso a esa vivienda rueda el vehículo de la reportera, que junto al camarógrafo se detienen y descienden en la propiedad Doria. Los dos observan el vehículo rojo de Kenny estacionado a la puerta de la casa, la reportera se agacha y observa por un instante algo sobre el suelo.
Los dos trabajadores de la televisión avanzan al interior del jardín encontrándose con Kenny Doria que yacía de rodillas ensimismada ante la tumba de tierra donde yacían los restos de su madre.
—¿Por qué mamá? —sollozaba quedamente la modelo—. Yo te quería mucho. Perdóname por todo el mal que te causé…
La voz impertinente de la reportera la hacen reaccionar alarmada.
—Hola, señorita Doria.
Kenny limpia rápidamente sus lágrimas con su mano, incorporándose ante la reportera.
—¿Qué hacen aquí? —reclama Kenny.
—¿Acaso es usted un agente secreto? —irónica la modelo.
—No. —sonríe la reportera—. Simplemente buscamos sensacionalismo para la noticia.
—Aquí no van a encontrar nada. —molesta Kenny.
—Yo diría que mucho —reta la reportera—. Allá afuera encontramos un reloj, lleva grabadas las iníciales S. B. del señor Sergio Blasco.
La reportera muestra el reloj como si fuera un trofeo.
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