Diosa de Papel (XIII Infidelidad)

 Diosa de Papel (XIII Infidelidad).   

  

        —¿Amenaza porque la muerte de su amante está ligada al crimen de su madre, Renata Doria?

     Kenny furiosa da media vuelta para encararse contra quien había lanzado esas palabras.

     —¡Basta de infamias! No abuse de su micrófono que es un arma de desprestigio. Si se atreve a calumniar la memoria de mi madre la demandaré a usted y a su empresa.

     La reportera queda en silencio mientras observa alejarse a las modelos, ambas abordan el automóvil color rojo de Kenny. El vehículo se pone en marcha por la avenida mientras los trabajadores de la televisión quedan mudos sobre la banqueta.

22.

     La sala de estar en la casa de Anabel Guzmán, gozaba de amplitud, era una estancia confortable, en las paredes decoraban sutiles cuadros con dibujos de manzanas, sobresalían los detalles en rojo, en la mesa de centro se podía observar una vela con figura de manzana. Sentados sobre el sofá, la propia Anabel quien compartía a su lado el Comandante Balbuena.

     —No me lo puede impedir, Comandante. Estoy en mi derecho de investigar la situación. Se trataba de mi marido, entiéndame.

     —Deje todo en manos nuestras. —trata de convencerla el comandante. —La policía se encargará de todo. Somos muchos hombres contra un solo asesino, si usted comienza a indagar, puede correr peligro.

     —No había un solo secreto con mi marido, siempre supe de cada uno de sus amoríos, de sus deudas, de todo. Le puedo asegurar que yo estaba enterada de todo sobre su existencia.

     —Tal vez usted pueda decirnos algo sobre el asesinato de la señora Renata Doria.

     —¿Qué tenia él que ver con ese asunto? —pregunta la modelo con extrañeza.

     —Nada. —lanza un suspiro de decepción el Comandante. —Cuídese, Señora, el asesino puede estar cerca.

     La mirada retadora de Anabel se posa en los ojos de Josué Balbuena.

     —Yo siempre estoy preparada, Comandante.

     Balbuena se levanta de su asiento, imitándolo la joven mujer, tiende su mano dándole una tarjeta con sus datos.

    —Le dejo mis datos —dice Josué—. Y no se precipite, deje todo en nuestras manos.

     Caminan hacia la puerta sin decir más, Anabel abre invitando al Comandante a retirarse, pero ambos son sorprendidos por una lente de cámara de video, y un micrófono empuñado por la reportera que indagaba el caso.

     —¡Comandante! —casi gritando la reportera—. El asesino del señor Blasco sigue prófugo. ¿Brindarán custodia a la viuda?

     —No lo necesita. Las líneas de investigación arrojan datos de que se trata de un criminal que mata por placer, no busca asesinar a la parentela.

     —¿Se ligan los asesinatos de la señora Renata Doria y de Sergio Blasco? —insiste la reportera.

     —Nada podemos decir con precisión. —refuta Balbuena.

     —¿Lanzaran una campaña de recomendación a la ciudadanía para que tomen precauciones, debido a que el asesino anda suelto?

     —Por supuesto. —el semblante de molestia se dibuja en el rostro de Balbuena—. Nadie sabe lo que puede pasar… Usted no debería andar por todos lados. Podría ser la próxima víctima.

     El silencio queda en el ambiente mientras el Comandante sale rumbo a su automóvil, Anabel, cierra su puerta para evadir a los reporteros.

     —Esto se está tornando muy extraño. —sentencia la reportera—. Nosotros daremos con la verdad de éste asunto.

     —Investiguemos por donde se cometió el primer asesinato. Reconstruyamos el rompecabezas —. Sugiere el camarógrafo.

     Ante dicha idea la reportera guiña un ojo a su compañero sonriendo en complicidad.

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