Computadora, antena parabólica, y ese tipo de cosas, son fuerzas de transformación del mundo. Mientras estos fenómenos son vistos como algo que la cultura humana incorpora, es en realidad cuando son presentados como parte de una teoría final del mundo, introduciendo la noción de que se llegó a un orden casi divino pero que luego se trasnforman en meros embustes, teatralizaciones destinadas a que las cosas parezcan nuevas pero que, en realidad, en su esencia no cambian.
Un buen ejemplo: imagínese una persona interesada en comprar una casa en la playa. Encuentra un amigo que dice que conoce una ciudad pequeña en la cual el intendente (alcalde) privatizó todas las actividades municipales, despidió al 98 % de los empleados públicos, liberó las reglamentaciones para construir, informatizó la administración y cortó a la mitad los impuestos municipales.
Entonces, el individuo va a esa ciudad y comprueba que lo que le dijo su amigo es todo cierto. Sin embargo, se entera de que la ciudad tiene un problema de drogas y hace poco tiempo mataron al obispo. La policía local también es un poco violenta, y en los últimos meses asesinaron a un candidato a intendente y al secretario general de su partido. Sabe también que el reformador hizo una reunión con empresario pidiendo a cada uno de ellos apoyo económico para su campaña. Este individuo quiso progresar con su sueño pero ¿no fue ansioso con su accionar? ¿No sería bueno que, al menos en algún punto, cada uno hiciera una «pausa», deje la ansiedad a un lado y se ponga a pensar tan sólo un momento para poder progresar realmente?
En el mundo de las finanzas globalizadas, de los análisis inmediatos y de la información instantanea; las finanzas internacionales derramaron decenas de millones de dólares en el gobierno mexicano de Carlos Salinas de Gortari. Después de que él quebró a México y se fue a Cuba, el mundo percibió que aquella cosa moderna y cosmopolita era, apenas, un disfraz…
Elio Gaspari