La recomendación literaria de esta semana ronda en torno al género de la novela corta. Y no podía haber hecho una elección mejor dentro de las novelas cortas que poseo en mi estantería, que son realmente pocas, pues no suelo leer ese género. Digo esto porque la novela que he seleccionado, y leído en unas tres horas, recibió el Premio de Novela Corta Ategua en el año 2005. Se trata de la novela El Ejecutivo, escrita por Enrique Arias Vega.
Me ha resultado una lectura muy interesante, porque trata dos temas bastante importantes de la sociedad actual: por un lado, la importancia del dinero, y con ésta, la primacía de las empresas sobre todo lo demás; y por otro lado, el mundo de los discriminados, de los indigentes, de los vagabundos que se ganan el pan de cada día buscando en los contenedores, y a pesar de ello, logran encontrar un pedazo de felicidad, de esa felicidad que, como bien plasma el autor en este libro, les falta a los empresarios, aunque a éstos les sobre el dinero.
El ejecutivo narra en 140 páginas una historia inquietante y emotiva de un empresario que ha sido despedido de su empleo y lo ha perdido todo, desde su trabajo y su dinero hasta su familia y su hogar. Su mujer lo echó de casa, sus hijas no le dirigen la palabra, y se ve obligado a meterse en el mundo de la indigencia, donde conoce a un grupo de vagabundos que merodean todos los jueves por un sitio donde sueltan un bidón de comida caducada. Allí lo llaman el Maestro, porque es el único que tiene conocimientos sobre la vida pública, por así decirlo, y más cultura que los demás. Un buen día, se encuentra en un contenedor unos papeles de la empresa donde trabajaba, papeles que hablan de un proyecto que él, junto con un compañero también despedido, habían ideado. Entonces, se pone en contacto con un abogado para llevar el caso y tratar de llevar a la quiebra a la empresa para hacerse de nuevo con el poder. De esa manera, idean un plan para llevar todas sus expectativas a cabo.
En cuanto al estilo, resulta de agradable lectura, pues utiliza un vocabulario y una forma de expresión que a mí, como lector, me hace una mejor compañía, mejor de la que ya, de por sí, es capaz de hacer un libro. Utiliza frases largas, como a mí me gustan, y cantidad de subordinación, como también me gusta. En cambio, hay ciertas faltas gramaticales que no cuadran con mi concepción de obra literaria de gran calidad. Me refiero a faltas de ortografía que no se deberían permitir si las comparamos al estilo del escritor, a faltas de gramática en general también inadmisibles, como el queísmo, el laísmo o el leísmo. Nótese, al hablar de esto, que me estoy refiriendo al carácter descriptivo del autor, y no a un diálogo, en el que sí, por carácter estético de adaptación a cierta región de España –en este caso, Madrid–, se podrían utilizar estos errores que se cometen oralmente. Pese a eso, y como podemos comparar estos pequeños errores –que son pequeños en su mayoría, todo hay que decirlo–, el estilo es bastante bueno y su forma de expresión, mejor. Me ha resultado, pues, una lectura placentera. Y además, en lo que se refiere a la historia, es conmovedora.
En pocas palabras: una buena novela. Se lee en un rato y deja muy buen sabor de boca. Búsquenla los presentes si les interesa, quedarán satisfechos, estoy seguro.