El sol inundaba en pequeñas zancadas la suite del hotel. Entre sabanas de seda, Madame Ámsterdam, la actriz que daba vida a “Alcíone” en el teatro de la gran vía madrileña, dormía semidesnuda. La habitación no era más que un pequeño habitáculo donde se desparramaban las botellas de champagne vacías y un cenicero lleno con manchas de carmín. Aprovechando la situación, el hombre estaba terminando de abrocharse el último botón de la camisa. Sin mucha prisa, se colgó la gabardina sobre los hombros y poniéndose el sombrero, se disponía a abandonar la habitación. Abrió la puerta y una voz, como un susurro, hizo que se detuviera ante ella.
– Jhonny, ¿te vas ya? ¿Cuándo volveré a verte?
– Lo siento nena el deber es el deber. No te preocupes, si quieres verme, solo tendrás que dar un silbidito.
Cerró con un portazo. Encendiendo un cigarro se perdió para siempre en el trajín de la calle.
Era una soleada mañana de 10 de febrero. Jhonny Bourbon se encontraba en su despacho. Por un momento se arrepintió de haber salido tan rápido de aquella habitación y tener que volver al estercolero de su despacho. Madame Ámsterdam había demostrado tener un talento innato también fuera del escenario y sus amores le habían permitido descansar en una buena cama aunque sólo fuera por una noche. Llevaba una semana sin salir de ese estercolero debido a un cruce de diferencias con el casero lo que le obligó a dejar su apartamento. El sol se colaba delicadamente por la persiana, arrastrando volutas de polvo en su juego infinito. En la percha descansaba su sombrero y una vieja gabardina heredada de su padre. A sus cuarenta años las canas salpicaban su cabello con piedad y las arrugas escapaban de su rostro.
Hacía tan solo dos años que había dejado el cuerpo de policía, cansado de recibir ordenes. Ahora era su propio jefe y su carrera profesional se basaba en los casos fáciles sin mucho argumento.
Encendió un cigarro y dio un trago a un vaso de Bourbon. Observó su despacho, donde solo quedaban retales de años mejores escondidos en viejos periódicos. Una gran cantidad de facturas sin pagar formaban la cúspide del desorden es su escritorio.
Volvió a darle otra calada al cigarro mientras miraba al techo imaginándose formas imposibles en las humedades.
El teléfono sonó, rompiendo el silencio que durante toda la mañana reinaba en el ambiente. Esperó unos segundos y finalmente lo cogió.
– Diga, ¿Quien es?
– ¡Maldito inútil, eres un cerdo miserable! Me prometiste que esta semana cobraría los tres meses de paga que me debes.-Era su exmujer. Hace un año la pescó en la cama con un alto cargo de la bolsa. No le importó pues llevaba años queriéndosela quitar de encima y ese día, se lo sirvió en bandeja. Lo que nunca imaginó es que el juez se pondría de parte de ella y ahora se veía obligado a pasarle una pensión todos los meses.
– ¡Hola cariño! ¿Cómo te va? Hacía tiempo que no tenía noticias tuyas. He llegado a pensar que te había pasado algo.
– ¡ Tus ganas, desgraciado! Tómatelo a broma, pero te advierto que como no me pagues esta semana, el juez tomará cartas en el asunto.
– No te preocupes nena. Estaba reservando el dinero para invitarte a cenar, pero al precio que está el cianuro, no hay manera…
– Te lo advierto Jhonny, una semana, tan solo una semana, o si no…
– Muy bien gatita, me queda claro. Por cierto, ¿Cómo está su amiguito, se ha suicidado ya?
– Serás jilipollas…
La llamada se cortó y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Si había tres cosas buenas en el mundo, una era sacar de quicio a su mujer y las otras dos fumar y beber.
En el gramófono sonaba la guitarra de BB King con su “No Money, No luck in blues”.
¡Qué agradable sensación! – Pensaba- si no fuera por el hecho de que nadie viene a contratarme. Fue por lo de Murcia, aquel caso destrozó mi prestigio. Cinco casos desde entonces y todos una petardada de aficionado, y esta paga de ex policía ¿Qué pretenden que haga con esa miseria? Todo es un caos.
Volvió a servirse otro vaso de Bourbon. En el cristal de la puerta comenzó a esbozarse una extraña figura. Al principio no le hizo caso, achacando la visión a una jugarreta del alcohol, pero aquella sombra comenzó a tener una nitidez surrealista y calló en la cuenta de que se trataba de una mujer. La imagen fue precedida por dos golpes en la puerta.
Jhonny, en un intento desesperado de poner orden en el despacho, tropezó con el cable del teléfono y la puerta se abrió. Desde el suelo pudo observar un par de tacones negros de los que trepaban unas piernas de escándalo. Se incorporó de un salto y quedó frente a la mujer. Era algo mayor, pero su elegancia, una pamela desorbitada y su mirada abrumadora, la transportaban a diez años de juventud.
– ¡Vaya señor Bourbon! me habían dicho que es usted un tipo de persona capaz de caer muy bajo, pero nunca imagine que se arrastrara por el suelo.
Sin decir nada más se sentó mirando con reparo a su alrededor. Se estaba preguntando que hacía en un lugar como ese. No tenía elección, necesitaba ser discreta y aquel lugar parecía el más discreto del mundo.
Su perfume inundó la habitación, dándole nuevas dimensiones.
– Buenas tardes señorita, me llamo Jhonny Bourbon- Extendió la mano para estrechársela pero ella se mantuvo impasible.
– Sé de sobra como se llama señor Bourbon. ¿Acaso piensa que he venido aquí por casualidad?- se quitó la pamela dando rienda suelta a un delirio de cabellos rubios – Escúcheme bien, no me gusta repetir dos veces lo mismo. Hace una semana mi marido fue asesinado en nuestra mansión.
– ¿Y quién era su marido?
– Se Llamaba Antonio Buendía, seguro que ha oído hablar de él. Hizo una gran fortuna como agente inmobiliario. Era un tipo muy emprendedor, pero en el fondo un debilucho. Yo siempre le decía que si no me tuviera a mí no duraría ni un día. ¡Ya ve usted! Tiburón en los negocios, pececito en su casa. Y como fue. Decidí pasar una semana en un balneario dejándole solo en casa y mire usted lo que ha ocurrido.
– ¿Tenía enemigos?
– Por supuesto que sí, en el mundo de los negocios siempre se tiene enemigos, pero no creo que ninguno de ellos tuviera valor suficiente para matarlo. A mi marido lo asesinaron por tener una prueba. Un video donde alguien importante se veía salpicado por turbios negocios. No ponga esa cara, mi marido no tenía secretos para mí. Aquella prueba la tenía desde hace mucho tiempo, la guardaba como salvoconducto por si algún día fuera necesario usarla.
– ¿Me podría describir que salía en aquel video?
– Por desgracia eso va a ser imposible. Nunca tuve oportunidad de verla, mi marido me lo impidió, decía que lo hacia por mi bien, no era necesario que yo corriera ningún riesgo.
– ¿Tiene idea de donde puede estar escondido?
– Al principio no lo sabía, o mejor dicho no lo quise saber, para evitar la tentación de echarle un vistazo. Pero antes de marcharme al balneario, por casualidad, tropecé con una estantería, esta calló al suelo y la cinta salió despedida. Estaba oculta en un ejemplar de Crimen y Castigo, ¡Que gran acierto! Me prometí a mi misma echarle un vistazo cuando llegara de viaje. Pero al llegar me encontré a mi marido muerto y el libro vacío. Alguien se lo había llevado.
– ¿Han sufrido algún tipo de amenazas antes del asesinato?
– Creo que no, aunque últimamente mi marido hacia cosas extrañas.
– ¿Cosas extrañas?
– Si, pasaba las noches en vela encerrado en su estudio, no acudía a trabajar y casi no probaba bocado. Aunque lo realmente extraño, fue la forma en que lo asesinaron.
– ¿De que habla?
– Si. Lo encontré totalmente desnudo, con una flecha clavada en el pecho y una especie de grabado en la espalda. Dios santo…que depravación…
– Tranquilícese, ¿Qué ponía en el grabado?
– Mírelo usted mismo-Extendió la mano, pasándole un pequeño papel. En este ponía: “Nadie es una isla, completo en sí mismo”
– ¿Tiene alguna idea de lo que quiere decir?
– En absoluto. Es una frase totalmente nueva para mí. Y lo más horrible de todo, es que aquel grabado estaba hecho con la propia sangre de mi marido. Por supuesto esto es una mera imitación. Ya verá usted el original.
– De acuerdo. Y ¿Por qué yo? ¿Por qué acudir a mí pudiendo contratar a una comisaría entera de policías?
– La policía ya esta al corriente de todo. Pero su forma de actuar deja bastante que desear. Prefiero que alguien lleve una investigación paralela, más personal.
– Vale, pero ¿Por qué yo?
– Esa pregunta es fácil de responder, mírese… he hecho averiguaciones sobre usted. Ex policía, apenas cinco casos en dos años y aquel escándalo en Murcia. Se hizo famoso en los periódicos ¿Lo sabía?
– ¡Periodistas! Esos que sabrán…
– Eso es algo que podríamos discutir…Además, tengo entendido que su exmujer no deja de atosigarle. ¿Qué se puede pedir más? Es usted un tipo acabado, señor Bourbon y quiero hacerle un favor. Si usted resuelve este caso, tal vez su nombre sea limpiado para siempre y todo podrá cambiar.
– Hay me has pillado encanto. ¿Como piensa pagarme?
– El dinero no será un problema se lo aseguro, ¿Le parece bien esto para empezar?- La mujer rellenó un cheque y se lo entregó- Tendrá el doble cuando todo halla terminado.
– Me parece razonable – Estaba intentando no perder la compostura ante un cheque con tantos ceros. Porque Jhonny Bourbon tenía un precio y aquella mujer había dado en el clavo.
– Apuesto que le interesará ver la escena del crimen. Pase mañana por mi casa a eso de las doce. Tome mi dirección.
Ella se levantó y caminó hacia la puerta, entonces se volvió.
– Por cierto, espero que tenga suficiente dinero con el adelanto para darse una ducha y comprarse un traje nuevo. Comprenda que mi casa tiene una imagen que deseo conservar.
Sin decir nada más se marchó dando un portazo. La habitación volvió a cargarse de humo, y su espacio quedó reducido.
Jhonny seguía mirando el talón y empezó a sonreír. Por fin la suerte estaba de su lado.