Su cuerpo se moldeaba con la brisa. La lluvia mojaba sus cabellos dándole un aspecto triste y desaliñado. Goteaba la vida en su interior, un corazón de tierra y agua, un alma blanquecina, ingrávida en la palestra, una piel áspera y desgranada. Al cambiar de dirección la brisa, su cuerpo también giraba y un aroma inexistente parecía envolver los campos. Seguía intentando captar su belleza, aquella belleza que solo existe en el arte de ver como el viento meje su cuerpo. Pero nunca fui un pintor capaz de captar en mis lienzos la tenue danza que adquieren los troncos del trigo al ser movidos por la brisa.
«Quien busca la belleza en la verdad es un pensador, quien busca la verdad en la belleza es un artista.» José de Diego (1866-1921) Poeta Puertorriqueño