Amanece entre las pámpanas. Cada rayo de sol resquebraja las guirnaldas de rocío adherías en los helechos. Con un sabor a caragillo en el paladar voy preparando los aperos. Tijeras, capaza y el ímpetu del que va a pasar un gran día. Arrodillado entre viñales siento latigazos y torturas en la espalda. El dulce deseo de descargar a los viñedos mientras mis manos se empapan de su dulce néctar morado. Recibo cortes en las manos y barro en los ojos, y la mañana sigue con su sol en lo alto cayendo sobre los viñales. Evoca mi dolor a los eternos jornaleros, gente sencilla y trabajadora que cada mañana lucha en el alba por sacar adelante sus terrenos, aunque yo nunca paso de campestre dominguero, siento vida al trabajar las tierras del jilguero. El sol sigue su curso y con el remolque medio lleno terminamos la jornada entre campos, entre viñales, entre almuerzos y regueros.
Cuadro de : Ángel Uranga
Vendimiar no es un trabajo, es un arte, como tu lo has reflejado
Agradezco tu comentario mi querido Jose María.Gracias a ti he comprendido un poco mejor al hombre del campo y lo grande que es dedicar una vida al cultivo de la tierra. Gracias por todos tus comentarios, por estar ahí, gracias por todo hermano.
Un abrazo.
Anda que no he visto yo amaneceres entre las pámpanas….así como 25 años, y éste ha sido el primero que no lo hemos hecho (ni mi familia, ni yo). Me emociona leer el fiel relato de un hecho, de un ARTE como dice Jose Mª, que he ido valorando con los años. No creía que iba a echar tando de menos esos latigazos en la espalda, esos cortes, el barro, las piedras, la lluvia (como el año pasado), el último día del último año. Pero sobre todo, los almuerzos, toda la familia gritando desde el vancal: «ECHA HUMOOOOOOOOOOOO»,…..jajaja.
Bueno tío que muchas gracias por seguir haciendo que de vez en cuando «llore en el trabajo» jajajaaaaaaa
Muchos Besos…..TQM