El suigiente relato es real. Esta basado en el secuestro y posterior asesinato del joven Axel Blumberg quien se convirtió, en gran parte gracias a la lucha de su padre, en un ícono de la búsqueda de seguridad en Argentina y en otros paises.
Si bien el hecho ocurrió en Argentina, tuvo tal repercución que pasó barreras y llegó a miles de hogares en todo el mundo.
Aquí el relato descriptivo que dejará con un sensación escalofriante a más de uno…
Esta es la historia de dos jóvenes que se criaron en mundos totalmente opuestos pero separados apenas por 20 kilómetros: los chalets de Martínez en Buenos Aires (capital de Argentina), uno; las villas de Moreno, el otro.
Si bien los dos tenían la misma edad, 23 años, eran las dos caras más extremas de lo que puede ser un joven argentino actual. Hoy uno está muerto, y es un icono de las víctimas por la inseguridad: Axel Blumberg. El otro está condenado por su secuestro y asesinato: Martín Peralta, más conocido como El Oso.
El mundo de Blumberg era el mundo globalizado: había viajado por el mundo, competía en un concurso internacional virtual de simulación empresaria por Internet, hacia esquí acuático, veraneaba en Pinamar, estudiaba en una universidad privada, vivía en un barrio con garitas y lomas de burro, iba al cine en un shopping, sabía idiomas. El Oso era un experto chofer de calles de tierra, le gustaba usar chalecos antibalas cuando salía a delinquir, conocía las mejores rutas de escape, tenía contactos con vendedores de armas, drogas y autos robados.
La secundaria de El Oso fue la calle, no la Goethe; su universidad fue la cárcel, no el Instituto Tecnológico de Buenos Aires; su diploma era una cicatriz bajo los ojos producida por una pelea tumbera, no un título académico.
Axel, por un lado, quería convertirse en empresario. Su proyecto era gerenciar una fábrica textil junto a su padre. A su manera, El Oso compartía esa aspiración, pero por el camino del delito: había invertido la plata de los secuestros en un lavadero de autos.
Así, por caminos muy distintos, llegaron al punto en común. Donde aquella noche del 17 de marzo de 2004 se cruzaron fatalmente.
El primer contacto entre el El Oso y Axel fue de auto a auto. Axel manejaba rumbo a lo de su novia. El Oso y los hermanos Díaz buscaban una víctima para secuestrar.
El Oso, que pesaba 115 kilos y llevaba puesto un chaleco antibalas, lo siguió sin que el joven se diera cuenta y cuando el rubio de ojos celestes y cuerpo atlético frenó, El Oso, dio la orden con su voz penetrante: «Bájese». Así comenzó el primer diálogo, de auto a auto, con Axel siendo ametrallado a preguntas:
— ¿Cómo te llamas, pendejo? ¿De qué trabaja tu padre? ¿Cuánto dinero hay en tu casa?
Axel, que de alguna manera había sido instruido por sus padres a nunca revelar algún tipo de información, respondió:
— No tengo nada. Estamos quebrados, no tenemos dinero. Mi papá murió hace años. Vivimos en un barrio pobre.
Al escuchar esto, El Oso intentó arrinconarlo con su robusto vehículo. Así comenzó una persecución, que duró unas pocas cuadras y de la que Axel no pudo escapar. Peralta y uno de sus dos acompañantes bajaron del auto e “invitaron” a Blumberg a que baje de su coche mediante amenazas. Este, al ver que no le quedaba alternativa, accedió. De esta manera, El Oso se lo llevó secuestrado a una casilla en los límites de la ciudad.
En cautiverio, sentado en un sillón, encapuchado y maniatado se encontró Axel durante varias noches. Junto a él, acostado sobre un añejado colchón estaba El Oso, quien interrogaba al muchacho pegándole o pasándole un arma por la cara.
Víctima y victimario, uno junto al otro, sin medir palabras excepto las justas para el cometido del mal viviente.
Pasadas varias jornadas, tomaron al joven de brazos y piernas y lo introdujeron en el mismo coche con el que lo habían capturado.
Axel, no comprendía mucho lo que estaba sucediendo, pero como se temía lo peor exclamó: “Tengo un tío con pasta, lo llamo y les va a dar lo que quieran”. El estudiante lo repitió varias veces durante el viaje pero no obtuvo respuesta.
Llegaron a destino, de fondo: un descampado. Caminaron unos cuantos metros y se detuvieron.
Nuevamente clamó: —Tengo un tío con pasta, lo…
—Tu dinero ya no nos interesa—, lo condenó El Oso.
Silencio.
El epílogo de esta historia es la condena a perpetua para Martín Peralta El Oso y esa la Justicia para Axel.
cualquier cosa contaste flaco. verguenza das. esta historia no se acerca nada a lo que paso.