Ya era hora, me decía a mí mismo esta mañana, de que apareciera el nombre de uno de los grandes poetas de todos los tiempos en el título de esta sección. Ya era hora, me decía anoche, de hablar del POETA con mayúsculas. Hoy es sábado, y esto debería haber estado aquí en viernes, pero, cosas de la vida, no pudo ser ayer. Así que hoy están aquí los Versos de Oro de Antonio Machado, el gran poeta del 98.
Antonio Machado, casi todos lo sabrán porque habrán leído algo de él, y si no, lo habrán estudiado en aquellos tiempos de instituto –en mí aún recientes, hasta final de año–, es un poeta que utiliza con maestría, y al mismo tiempo con cierta complicación al traducirlo, el simbolismo. El símbolo del río, el símbolo de la fuente, el del camino, el del reloj, el del atardecer… y un largo etcétera, son los que el poeta utiliza para expresar su modo de ver la vida. Y en el poema que veremos hoy, más abajo, paciencia, utiliza un símbolo especial, muy especial, que expresa a la perfección su estado de ánimo al escribirlo. Hablo del símbolo del color, de la rama verde. Supongo que con esa revelación ya sabrán de qué poema estoy hablando. Para el que no lo sepa, en cambio, voy a decir su título: A un olmo seco.
¿Alguien no ha leído este poema de Antonio Machado? Alguien que acostumbre a leer poesía, digo. Mucha gente hay cultivada en literatura y que no lee poesía, libre es, libre seguirá siendo. Para eso, en parte, estamos aquí, para hablar a la gente que desconoce este campo. Exclusivamente para esos destinatarios irá dirigido el siguiente párrafo.
El poema que vamos a ver más adelante habla, sin dar ningún rodeo, de su mujer, de la mujer de Machado. Ésta está a punto de dejarle, a punto de fallecer, y el poeta, caminando por un campo, imagino, se encuentra un olmo con sus ramas secas, y una única ramita que le da la inspiración y el significado al poema: una rama verde, símbolo de que aún queda alguna esperanza de vida. Todo el poema es una alabanza a ese olmo, pidiendo que la primavera le traiga una alegría y haga florecer al árbol. Significaría eso que su mujer estaría mejorando y que sobreviviría. Su mujer, Leonor, murió de tuberculosis en Soria, donde se encuentra Antonio escribiendo estos versos. Una muerte inevitable, una agonía irresistible, una tristeza totalmente comprensible y aceptable.
A mí, personalmente, cosa que ya he revelado en otros artículos sobre poesía, pero que no iba a ser menos con el gran Machado, se me resbalaron, una por cada ojo, dos grandes lágrimas al leer este poema y estudiarlo con profundidad. Es una reliquia escrita en verso, una catedral gótica sostenida por rimas consonantes, una escultura de Miguel Ángel tallada con una estilográfica, un nocturno de Chopin con letra y, paradójicamente, sin música. Una belleza, no me cabe, compañeros del alma, compañeros, ninguna duda.
Espero que les haya gustado la recomendación de esta semana. Versos de Oro, de oro puro, son los de hoy. Disfrútenlos.
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
hunden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que, rojo en el hogar, mañana
ardas, de alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hacia la mar te empuje,
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Me parece un poema precioso, unos versos que te hacen pensar, sentir, vivir. Ha sido una elección tremenda la de esta semana, porque nadie como Machado sabe expresar de esa manera algo tan sencillo pero a la vez tan profundo. Estoy muy emocionado, de verdad. ¡VIVA DON ANTONIO!
Un abrazo camarada.
Me quito el sombrero Jorge. Que grandísimo y a la vez tan cercano don Antonio. Nunca olvidaré en el recital de poesía de mi pueblo de este año cuando una mujer leyó un poema de Antonio Machado (inventario galante) y todo el mundo se levantó aplaudiendo y vitoreando el poema.
Gracias por recordarme esta obra de arte.