Podemos sentirnos libres esta maravillosa tarde que nos abre las puertas a un nuevo fin de semana. Estamos, por tanto, a viernes, y toca hablar de poesía. Hoy, en la quinta edición de Los Versos de Oro, he decidido incluir a un poeta que recientemente ha fallecido, un poeta que en enero nos dijo adiós sin hablar una palabra, dejándonos desolados y tristes, lamentando no haber aprovechado más el tiempo cuando estuvo en vida. Ese poeta es, ya lo dice el título, el gran Ángel González.
Ángel González era, además de muchas otras cosas, un formidable poeta. Representante, casi por completo, de la generación del 50, este poeta ha significado desde los últimos años algo importante para mí, además de por su poesía. Ocurre que, como muchos sabrán ya a estas alturas, mi cantante favorito, Joaquín Sabina, era uno de los grandes amigos de Ángel González. Se sintió, como todos nosotros, solo cuando el poeta nos dejó. Por eso, también significa algo muy importante para mí. Aparte está la ligereza de su pluma y el arte de nombrar las cosas de una manera excepcional, inigualable, exquisita, por no decir mucho más. Era, y seguirá siendo, mi poeta favorito.
Para el día de hoy he decidido escoger, como ya dije en la primera entrega de esta sección de Libros y Libretas, un poema breve, si bien sé que hay muchos poemas de Ángel González que merecen la pena y son largos. Pero el caso de este que he elegido para hoy es independiente. Es, pues, interesante todo el poema, y es, además, breve, requisito que fijamos al principio de nuestro apartado. En pocos versos, describe perfectamente cómo se siente al haber crecido un año más. Todos podemos sentirnos así una vez que hemos cumplido un año, sobre todo cuando la cifra que cambia es, además de la unidad, la decena. Yo, a día de hoy, aún sólo he tenido que cambiar una vez la cifra de la decena, pero cuando tenga que volver a cambiarla me sentiré de un modo parecido al que se siente el poeta al escribir esto. Posiblemente, no me sentiré tanto como el poeta en este cambio que se aproxima, pero sí sentiré esa tristeza cuando tenga que cambiar de nuevo la decena, es decir, cuando cumpla los treinta. Hasta entonces, tiempo queda. Pero el caso es que Ángel, que no sé qué edad tendría al escribir esto, refleja con una capacidad descriptiva y una rima propia la sensación de cumplir un año más, de saber que le queda un año menos de vida.
Pues bien, este poema ha sido desde que lo leí, sin ir más lejos, una delicia. Lo leo y lo releo una y otra vez, y otra, que no falte, porque en tan poco tiempo de lectura merece la pena notar esa sensación interna que nos recorre todo el cuerpo cuando algo nos gusta. Espero que los presentes lectores sientan, al menos, algo parecido a lo que noto yo cuando leo este poema. Se titula, y lo digo para terminar ya, Cumpleaños. Título simple, mensaje complejo, sensación extrema.
Cumpleaños
Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.