Hoy, viernes de nuevo y por ello día de hablar de Versos de Oro, no vamos a tener mucho que decir. Realmente, sí hay un sinfín de cosas que decir, pero sobre lo que hablamos hoy, todo, absolutamente todo está dicho en el soneto que recogemos aquí. Se trata del tema que ronda la cabeza del noventa por ciento de los hombres y de las mujeres, también el noventa por ciento, pero más en la mente de los hombres que en la de las mujeres. Nos referimos, no cabe duda, al amor, pero al amor pasional, carnal, ése que tantos han definido de una u otra manera, más o menos bella, ése que todo el mundo desea en algún momento. Este tema, pues, lo aborda con absoluta maestría el gran Lope de Vega en un soneto que describe cómo es el amor, de una manera que nadie más ha conseguido con el mismo resultado, lo cual es de esperar del gran poeta.
Los versos de oro de esta semana, de nuevo catorce –soneto, esta vez, clásico–, son, de todos los versos que hasta la fecha he leído, de los mejores que han pasado por mis ojos. Los grandes sonetos de Lope de Vega son incomparables, tanto como los de Quevedo o Góngora. Son los tres reyes del soneto, podríamos decir, aunque grandes poetas hay a lo largo de la historia de la literatura que compusieron buenos sonetos. Pero éste que os enseño hoy es verdaderamente exquisito.
¿Quién no ha intentado alguna vez, aunque sólo haya sido una –entre otras cosas, porque no solemos encontrar las palabras– en la vida, definir lo que es de verdad el amor? El amor verdadero, no el amor de las películas ni el que se compra con dinero, me refiero al amor que nos hace estremecernos ante una persona, ante su belleza, ante su personalidad, y hace, como por arte de magia, que nos vibren hasta los fondos del alma –podría haber empleado una palabra, muy utilizada por otro célebre poeta en relación al alma–. Ese tipo de amor, el que no se conoce si no se experimenta, el que es casi imposible de definir, el que sólo nos interesa sentirlo, porque es una de las mejores sensaciones, si no la mejor, que tiene el espíritu del hombre. ¿Y cuál, en caso de que alguien lo haya intentado de verdad –definirlo, digo–, ha sido el resultado de ese intento de definición? Seguramente, por muy buenas palabras que se hubieran empleado, las de Lope de Vega las superarían.
Lope de Vega probó el amor, y aunque supo expresarlo con palabras en nada menos que catorce espléndidos versos –los que leeremos enseguida–, dejó al final del soneto una fabulosa aclaración: hay que probar lo que es el amor, si no, no se sabe, por mucho que se lea una definición de él. Nosotros, en cambio, aunque hayamos vivido ese amor, aunque lo hayamos sentido en lo más profundo de nuestra alma, aunque muchos saben escribir y describir con maestría, no se puede superar el arte del gran poeta. Dicho esto, y basta ya de tantas alabanzas, vamos a ver cómo se define el amor, cómo lo describe un tipo que sabía de qué estaba hablando.
Amar es esto:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso.
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso.
Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño.
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega
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