(Buscaba algún gesto de admiración, quizás una simple mirada de alguno de los desconocidos con los que hoy me cruzaba)
– ¿Te conozco?
– No creo…
– ¿Vienes mucho por aquí?
– No, no soy de la ciudad. Te debes estar equivocando.
– Ya sabía que no eras de la ciudad, estaba bromeando,se que vienes de Madrid.
– ¿Ah, si? y, ¿cómo lo has sabido?
– Tus ojos, tus ojos me hablan. Ahora mismo, me piden a gritos que no deje de hablarte, que no deje de mirarte a los ojos y que no termine esta conversación.
– Vaya, ¡qué gracioso!
– ¿Acaso me ves reir?
(Me sentí embobada y perdida, el lo debió notar)
– ¿Nunca te han dicho lo bonita que eres y lo bien que te sienta ese jersey?
– La verdad es que no…
– ¿Me dices tu nombre?
– Sí, me llamo Carmen ¿por qué te interesa?
– Para por lo menos saber el nombre de la persona de la que acabo de enamorarme. ¿No crees?
Sonreí.
*No dejes de sonreir…nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa.